Amics catalans, 10 años no es nada.

Un tibio sol y una temperatura otoñal acompañaron mi camino a través de Ciutat Vella hacia la Catedral. Arribé al sólido edificio de Fomento y Trabajo Nacional en Av. Laietana 32.
Después de 10 años volvía a Barcelona y tres grandes amigos me esperaban. Es un honor contar con la amistad sincera, la inteligencia y la cordialidad de mis amigos catalanes.
Subí a sus oficinas, Blanca me recibió muy afectuosa luego de tantos años, minutos después llegó “Manolo”.
Manuel Millán Mestre es un apóstol del “seny catala” esto es, del sentido común, del juicio y la cordura que caracterizan a un pueblo tan laborioso y creativo como el catalán. Además estoy compartiendo un café pleno de historias y análisis con un distinguido protagonista de la transición española y uno de los fundadores del diario El País y del Partido Popular.
Separatismo, Islamismo, Feminismo y Teología del Pueblo fueron algunos de los tópicos que actualicé con este gran intelectual y analista. Horas después crucé en sentido contrario las Ramblas y en la calle Xuclà me encontré con el gran tomista y amigo Don Eudald Forment. Europa más que nunca necesita de sus raíces cristianas y el tiempo apremia. Con una visión de fe, este gran catedrático en metafísica me resaltó la necesidad de sostener una fidelidad a unos principios humanos y cristianos para vivir en comunidad y no desfallecer en la plegaria, al estilo de Moisés. Las naciones también están invitadas a hacer las paces con Dios y avanzar en la concordia.
Los profesores Manuel Millán y Eudald Forment colaboraron activamente hace 15 años en los cursos de formación política que coordiné en Boncourt, Suiza. Ellos, como nadie, me enseñaron a integrar el amor a Cataluña y a España como círculos concéntricos.
Años después me casé con Arantxa, catalana y con sangre de varias regiones de España y pude comenzar a vivir en forma cotidiana esta enorme riqueza. También por ello, para todos nuestros hijos esta “visita europea” tiene un sentido de viaje de vuelta y retorno al hogar, a una España diversa que como toda sociedad requiere integración y amistad cívica.
“Cómo encuentras a Barcelona? Me preguntaron mis amigos. Una primer apreciación superficial me llevó a decir “la veo más o menos igual, muy linda y muy limpia, como hace 10 años”. Pero segundos después reparé en dos detalles no menores… Hay más banderas de Catalunya (la Senyera) y menos niños en las calles… Mis hijos me comentaron también esto último con gran asombro.
Vemos grietas, agravios y una política excesivamente personalista y “twittera” en todo el mundo. Mirando a Cataluña me pregunto por qué una falta de equidad fiscal, unida a una insuficiente consideración de realidades culturales diferentes y especialmente un reducido diálogo mutuo, entre otras muchas y complejas causas, han llevado a que un sano catalanismo se dirija cada vez más hacia el separatismo.

Un liderazgo político claro, valiente y abierto al diálogo es también reclamado por estas tierras. Los sectores medios, “humus precioso” de las sociedades democráticas lo esperan aún con mayores ansias.
Otro gran amigo catalán Víctor Martí, que nos invitó a una generosa cena en un restaurante con mucha onda en el Example, me recordó una frase suya que me había dicho hace ya casi 20 años al referirse al separatismo catalán: “Porque me empujan a elegir entre papá y mamá, yo quiero a los dos”. Otra forma de expresar el amor a la bella Catalunya que incluye el amor a España, como nación de naciones.
Europa necesita volver a sus raíces cristianas y sus líderes gobernar con sólidos valores (Adenauer, Schuman, De Gásperi son algunos testimonios). Los fanatismos y nacionalismos en todas las latitudes simplifican problemas y se alejan de realidades muy complejas.
Mis amigos catalanes siempre permanecen dispuestos a tender puentes. Una frase de Manuel Millán Mestre lo resume: “Los ríos son para mí urgencias de puentes más que límites y fronteras”. El río Ebro une a mis amigos a España.