La verdad y la empatía, unidas hacia la compasión
La política es radicalmente el ejercicio de la compasión.
Alexander Solzhenitsyn en su obra “Vivir sin mentira” (1973) denunció el sistema totalitario soviético y su objetivo final: la confusión de la verdad y la mentira. De esta forma, el premio nobel ruso sembró la semilla de la búsqueda de la verdad como una tarea personal e irrenunciable de todo líder.
La verdad de la palabra pronunciada en la plaza pública ha sido desvalorizada desde siempre en el discurso y en la acción política a lo largo de toda la historia.

Que el diálogo político deber ser reencauzado es un tópico repetido hasta el cansancio y pocas veces practicado. Es tiempo de renovar la invitación a todos líderes políticos a reflexionar sobre la palabra expresada, tanto en su forma como en su contenido.
Embarcados en mentiras sistemáticas ya integradas al marketing político nos perdemos la oportunidad de aprender la parte de verdad que el otro nos puede ofrecer. Mientras tanto, la realidad social y cultural se degrada y la mentira sigue actuando como puerta del fanatismo.
“Versiones alternativas” y “fake news”, aceleradas por un mundo digital, nos entregan fenómenos tan variados que van desde los partidarios del “terraplanismo” hasta una novedosa censura ejercida por las empresas globales que administran las redes sociales.
Siempre subyace la misma pregunta: ¿De tanto mentir y mentirnos será que nos terminamos creyendo nuestras propias mentiras?
Por su parte, la verdad, lejos de demandar la clausura de la relación con los que no piensan igual, invita y exige el diálogo abierto, sincero y respetuoso. Un diálogo que excluya el desprecio personal y la humillación del interlocutor. Sólo así se podrá encontrar y valorar, desde la razón y el corazón, la riqueza de la diversidad.
La verdad sea dicha, con claridad sin eufemismos y desde la prudencia política que reclama la ayuda imprescindible de la empatía.
Una verdadera empatía que nos lleve a sentir “dentro del otro”, a llegar a su corazón para introducirnos en el esmerado arte de la compasión, de “padecer con el otro”. La compasión, bien entendida, nos urge y moviliza a la acción.
“la línea que separa el bien y el mal no pasa a través de los estados, ni entre las clases, ni entre los partidos políticos, sino a través de cada corazón humano, y a través de todos los corazones humanos…. …Es imposible expulsar el mal del mundo en su totalidad, pero es posible reducirlo dentro de cada persona”
Alexander Solzhenitsyn
Así lo comprenden Jennifer Nadel y Matt Hakings quienes impulsan el movimiento Compassion in Politics , invitando a todos parlamentarios ingleses, que desde siglos se ubican enfrentados en la Cámara de los Comunes a una distancia de “dos espadas”, a comprometerse en prácticas más compasivas. Compassion in Politcs los convoca a reflexionar y ejercitarse en el respeto y la empatía en el trato, a desarrollar habilidades de escucha profunda y a moverse desde el miedo hacia la compasión.

Compassion in Politcs invita a los políticos a moverse desde el miedo hacia la compasión.
Alexander Solzhenitsyn nos recuerda la tarea personal, exigente y esperanzadora de la verdad y la realidad de mal en el mundo: “la línea que separa el bien y el mal no pasa a través de los estados, ni entre las clases, ni entre los partidos políticos, sino a través de cada corazón humano, y a través de todos los corazones humanos…. …Es imposible expulsar el mal del mundo en su totalidad, pero es posible reducirlo dentro de cada persona”
Buscar la verdad de nuestra vida para conocer y sanar nuestra propia “mochila” es el punto de partida esencial de todo liderazgo. Este viaje es necesario desde la verdad a través de la empatía para ingresar en el jardín de la compasión.
La política es radicalmente el ejercicio de la compasión.